La verdad es que fue alucinante y muy enriquecedor. Cabría destacar San Petersburgo, donde estuvimos dos días y visitamos toda su esencia, encanto, belleza artística y lugares fascinantes. Allí descubrí la fastuosa catedral donde toda su decoración se realizó a base de mosaicos y mide más 10 metros de altura.
Además, la estancia en el barco también nos abrió un mundo de posibilidades: jacuzzi a cualquier hora del día, pues fuimos en junio y coincidió con las noches de sol (al pasar de San Petersurgo a Estocolmo, a las 12 de la noche había Sol), poder comer a cualquier hora, espectáculos diarios, eventos de animación.
Sinceramente, una aventura recomendable para todos los amantes de los viajes y las nuevas experiencias, por lo menos para mí lo fue: una inolvidable e increíble experiencia, que tuvo como aliciente tener a mi madre como compañera y a mis tíos como iniciadores, pues fueron quienes convencieron a mis padres, aunque después mi padre no pudiera ir y le sustituyese yo. Toda una suerte.
Yo, en la cubierta del barco |
Catedral de San Peterburgo |
Atardecer saliendo de San Petersburgo, rumbo a Estocolmo. |